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22 diciembre 2017
Posteado en : Entrevista
“Es el país más lejano en el que he estado y también la experiencia que, para mí, ha supuesto el mayor reto profesional hasta el momento”
Esta vez aterrizamos en Myanmar para conocer de la mano de Azucena Martínez cómo se está desarrollando el proyecto MYPOL para el apoyo a la reforma de la Policía, financiado por la Comisión Europea y gestionado por la FIIAPP. Azucena es la coordinadora y aprovecha para contarnos su propia experiencia en el país.
¿Cómo ha sido tu adaptación al país?
Cuando llegué a Myanmar hace casi un año pensé que la adaptación sería mucho más complicada, siendo un país culturalmente tan alejado de España, Europa o Iberoamérica. Sin embargo, la gente en Myanmar es especialmente acogedora, generosa y honrada. Siendo extranjera en Myanmar nunca me he sentido insegura, cualquier persona de la calle está dispuesta a ayudarte sin esperar nada a cambio.
La principal barrera aquí es el idioma. Aunque Myanmar fue antigua colonia inglesa, el uso del inglés no está tan extendido entre la población local. Lo que desemboca, por otro lado, en situaciones muy graciosas al intentar entenderte con los taxistas, en comercios, etc. De todas formas, espero que mis clases de birmano me ayuden a paliar estos «pequeños» problemas de comunicación.
¿Qué ha sido lo que más te ha costado y lo que menos?
Sencillo no ha sido nada, pero si tuviera que resaltar algo sería la relativa facilidad con la que he conseguido encontrar vivienda. En este tiempo, he vivido tanto en la capital administrativa, Naypyitaw, como en la antigua capital y centro económico del país que es Yangon. En ambos sitios la cuestión de la vivienda es bastante problemática. A veces, el alquiler de un apartamento aquí se puede equipar al precio de un apartamento en Manhattan, por descabellado que esto pueda parecer.
Y lo que más cuesta siempre que estás fuera de tu país es renunciar a tu entorno más cercano: a tu familia, a tus amigos, a tu tendero de confianza en el Mercado de Maravillas… Pero al final todo es cuestión de volver de vez en cuando a España, retomar fuerzas y aprovechar las oportunidades que te brinda el país en el que estás destinado que, en este caso, son muchas.
¿Es tu primera experiencia fuera de España?
No, ya había estado viviendo fuera de España antes. Pero sí que es el país más lejano en el que he estado y también la experiencia que, para mí, ha supuesto el mayor reto profesional hasta el momento, tanto por la envergadura del proyecto como por la situación por la que pasa el país.
¿Cómo es tu trabajo y tu día a día?
Yo trabajo ahora en la oficina que el proyecto MYPOL tiene en Yangon. Somos un total de 15 personas, de las cuales 5 somos personal expatriado procedente de distintos países de la Unión Europea, y el resto es personal local contratado para nuestro proyecto. También tenemos otra oficina en Naypyitaw con otras 6 personas. De ahí que gran parte de mi labor sea de coordinación. Por un lado, de mi oficina y, por otra, entre ambos equipos.
Desde la oficina de Naypyitaw se tiene un contacto más diario con nuestra principal institución beneficiaria en el país e interlocutor: la Policía de Myanmar. Y simultáneamente se llevan a cabo en Yangon otras actividades de formación, seminarios, reuniones de seguimiento con el financiador del proyecto: la Delegación de la Unión Europea en Myanmar. Siempre faltan horas para poder atender a todo lo que requiere un proyecto de estas características.
¿Cómo es tu relación con la sede de Madrid?
Mi relación con la sede no puede ser mejor. Constituyen un pilar fundamental para mi trabajo: el poder estar coordinada, casi en tiempo real, teniendo en cuenta las 5 horas y media de diferencia horaria, con el equipo de sede es muy importante. A pesar de la distancia y las dificultades, no falta nunca ni voluntad, ni profesionalidad, ni horas de trabajo, para que todo salga adelante.
¿Y con tus compañeros en Myanmar?
Con mis compañeros en Myanmar, tanto con el personal expatriado como con los compañeros de nacionalidad birmana, la relación es muy cercana. Tenemos perfiles profesionales muy variados (policías, periodistas, sociólogos, intérpretes, politólogos…) y venimos de diversas organizaciones, países y formas de trabajar; lo cual hace que resulte de lo más enriquecedor.
¿Cómo valoras la experiencia de trabajar como expatriada de la FIIAPP en Myanmar?
La experiencia está siendo muy positiva. No voy a negar que los inicios siempre son complicados: sentar las bases de trabajo con las autoridades locales, establecer redes de trabajo con otras organizaciones que también colaboran en el proceso de reforma… establecer la estructura humana y logística básica para operar en el país. Todo eso ha sido gran parte del trabajo durante este año y ha supuesto muchos desafíos, pero a la vez te reporta mucha satisfacción el pensar que cuando llegamos no había nada y todo lo conseguido es producto del trabajo.
¿Alguna experiencia o anécdota que resaltar de tu llegada al país?
El tema de los nombres en general es un lío. Mi nombre, Azucena, ya resulta de por sí complicado fuera de España y aquí no identifican si es un nombre de mujer o de hombre. La pronunciación les resulta bastante difícil, pero es que a mí me pasa igual con sus nombres. En Myanmar no poseen propiamente apellidos, tampoco existe una norma homogénea para poner nombre a una persona: puede ser una palabra, dos, tres, cinco… que responden a distintas cosas: desde sus ascendientes o el día de la semana en el que nacieron hasta la etnia a la que pertenezcan.
Es toda una aventura el saber cómo debes llamar a una persona aquí. Y por si fuera poco hay gran cantidad de nombres que se repiten muchísimo. De hecho, hay muchas personas que, conociendo esta dificultad entre los extranjeros, optan por utilizar un apodo o simplemente te indican cuál de esas distintas palabras que componen su nombre puedes utilizar como «nombre principal».